¡Hola a todos! Soy Estela, y en
esta entrada voy a describir lo referente a la clase del pasado jueves 12 de
marzo, cuyo contenido versaba sobre el cuidado que requieren los cuidadores de
las personas con enfermedades. Esta sesión estuvo a cargo de María del Mar
Aires González, profesora del departamento de Personalidad, Evaluación y
Tratamiento Psicológico de la Facultad de Psicología de la Universidad de
Sevilla. Desde aquí agradecemos haber contado con la colaboración de una profesional como ella,
quien nos transmitió sus conocimientos con claridad y cercanía, ejemplificando
cada situación con casos reales.
Cuando trabajamos con una persona
con una enfermedad, no sólo intervenimos con ella, sino que nuestro trabajo se
extiende hacia el sistema familiar, entre otros. Por tanto, es de vital
importancia tener en cuenta al cuidador (formal o principal), ya que pasan la
mayor parte de su tiempo junto a la persona enferma.
Aunque la dedicación al enfermo
sea diaria, los cuidadores principales no reciben remuneración económica alguna
ni se reconocen sus derechos. Además, asumen las principales tareas del hogar,
y su motivación está basada en las emociones de la otra persona, por lo que
renuncian a muchas cosas. Desde fuera, es percibido como el que asume la responsabilidad
de cuidador principal. Esta situación, de manera prolongada, causa en los
cuidadores una serie de problemas, como pueden ser cansancio crónico y
problemas de salud, aislamiento social (apareciendo incluso conflictos con
otros familiares), problemas económicos (en muchos casos dejan sus puestos de
trabajo para dedicarse a la atención de la persona enferma), y se produce una
restricción de las actividades de ocio. Así pues, la intervención psicológica
ha de ir dirigida también a los cuidadores, a quienes algunos autores denominan
“pacientes ocultos”.
Resumiendo, el cuidador se
enfrenta a un doble reto: por un lado, garantizar el bienestar de la persona
enferma, y por otro, mantener el funcionamiento familiar. Cuando las demandas
del enfermo son desbordantes y los recursos del cuidador insuficientes, éste no
puede atender correctamente esas demandas, y surge así la sobrecarga, que puede
abarcar diferentes áreas (física, psicoemocional, sociolaboral, económica,
etc.). Esto puede provocar en el cuidador frustración, depresión, culpa e incluso
resentimiento, además de fatiga y problemas de salud. La mayoría de los
cuidadores son personas cercanas a la persona enferma por lo que la implicación
emocional del cuidador con ésta explica la sobrecarga mencionada antes, ya que
se confunde la estrecha relación con los cuidados que proporciona, deviniendo en
una situación en la que se sienten mal por salir y divertirse, dedicarse tiempo
a sí mismos, sonreír, etc., ya que son conscientes de la situación y el dolor
por el que pasa la otra persona, siendo el sentimiento de culpabilidad muy
intenso.
Dos situaciones a destacar debido a su complejidad serían
la del cuidador que cuida a un familiar que padece la misma enfermedad que él
(ya que va viviendo el avance de la misma, y sabe que esa situación será la
misma por la que tendrá que pasar llegado el momento); y la situación de codependencia
(la fusión entre el cuidador y la persona enferma es tal que el primero vive a
través del otro).
Hasta ahora hemos visto que la
situación del enfermo influye en el estado psicológico del cuidador, y a su vez
éste en la calidad del apoyo proporcionado. Esto plantea la ya mencionada
necesidad de una intervención psicológica con el cuidador. Para ello, María del
Mar nos dio una serie de pautas: enseñarles a organizarse, a aceptar sus
necesidades y delegar responsabilidades en otros; enseñarles estrategias de
afrontamiento, así como la importancia de trabajar la red de apoyo social.
Para finalizar la sesión,
trabajamos en equipo las diferentes distorsiones cognitivas que podría tener un
cuidador, para pasar luego a debatirlas mediante argumentos racionales que
desmontasen esas distorsiones. Esta actividad, en mi opinión, favoreció que retuviésemos
mejor la información recibida, además de darnos una mayor soltura a la hora de
abordar estas situaciones. Una vez trabajado esto, algunos compañeros pasaron a
representar la situación en un ejercicio de role-play.
Para finalizar esta entrada, os dejo con una actividad
que María del Mar mencionó varias veces durante la clase: cada noche, pensad
tres cosas positivas y agradables que os hayan sucedido durante el día. Me
gusta esta actividad porque nos permite darnos cuenta de que cada día pueden
sucedernos cosas que, por pequeñas que sean, podemos llegar a apreciar y
hacernos sentir mejor.
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